¿Existe alguna relación entre las cada vez más populares y novedosas teorías conspiratorias con el clásico fenómeno de la religión? Pues aunque en principio pudieran parecer separados (y hasta antagónicos), ambos conceptos están más que relacionados a través de los siempre fascinantes mecanismos cerebrales.
Dentro del variado mundo de las supersticiones y de las creencias más absurdas, las teorías conspiratorias tienen un lugar privilegiado. Por supuesto que existen infinidad de ellas y prácticamente casi cualquier acontecimiento relevante o simplemente conocido tiene al menos una teoría conspirativa capaz de reunir a cientos (cuando no a miles) de acólitos y, en este mundo interconectado, estas teorías se replican cual epidemia viral a través de innumerables sitios del ciberespacio, de artículos periodísticos y hasta en libros. Además, es generalmente por todos conocido (y hasta aquí no hay nada novedoso) que los seguidores de una determinada especulación conspiratoria suelen ser bastante receptivos a otras explicaciones conspirativas aunque no estén relacionadas de ninguna manera entre ellas, siendo por tanto estos individuos muy propensos a ir añadiendo a lo largo de sus vidas un conjunto más o menos heterogéneo de las mismas. Así, aquellos que creen que el gobierno norteamericano esconde alienígenas en la famosa Área 51 tienden también a creer con más facilidad que la princesa Diana fue asesinada deliberadamente, que la llegada a la Luna del hombre es pura propaganda o que los virus del SIDA y/o del Ébola fueron premeditadamente fabricados en un laboratorio.
Pero por otra parte existen muchas teorías conspiratorias que no sólo no se apoyan, sino que ni siquiera son neutrales entre sí. Es decir, existen especulaciones conspiratorias sobre un mismo tema que son marcadamente contradictorias, de tal forma que si alguien cree en una de ellas por pura y simple lógica no debería poder aceptar otra explicación alternativa diferente. Pues bien, la sorpresa aparece cuando se analizan este tipo de conspiranoias contradictorias tal y como hicieron hace ya algunos años psicólogos de la Universidad británica de Kent. Los investigadores analizaron los diversos argumentos relacionados con la muerte de la princesa de Gales. Así los científicos encontraron que había teorías que aseguraban que la princesa fue asesinada por los servicios secretos británicos o por enemigos de su novio Al-Fayed, mientras que por el contrario otras especulaciones afirmaban que Diana simuló su propia muerte, de tal manera que en la actualidad se encontraría viva (y supuestamente feliz) escondida y alejada del mundanal ruido en algún recóndito lugar paradisiaco. Ante ambas premisas, lo normal sería que los sujetos de estudio (en este caso estudiantes de la propia carrera de psicología en Kent) se decantaran bien por el asesinato planificado o bien por la falsificación de la muerte por parte la interfecta. Pues bien, sorprendentemente (o no) la mayoría de los individuos estudiados fueron capaces de creer a la vez que Diana fue asesinada y que también falsificó su propia muerte.
Estos mismos investigadores ingleses estudiaron otra teoría conspiratoria, el destino del famoso Osama ben Laden. Así algunos conspiranoicos del tema sugieren que Osama llevaba muerto varios años antes de su supuesto asesinato en Pakistán a manos de comandos estadounidenses y que incluso sus pretendidas apariciones en video a lo largo de los años fueron en realidad montajes de los servicios secretos norteamericanos. Otra teoría afirma por el contrario que ben Laden sigue vivo en la actualidad, puesto que supuestamente fue capturado y está retenido por la CIA mientras se le interroga en alguna de las innumerables cárceles secretas que el Imperio tiene desperdigadas por el ancho mundo. Pues bien, en el mismo estudio comentado anteriormente otros estudiantes de la misma universidad fueron capaces de aceptar incongruente y mayoritariamente ambas explicaciones a la vez: que llevaba muerto muchos años mientras que también estaría vivo y preso en la actualidad, lo que le convertiría en una especie de talibán cuántico, algo así como el famosísimo gato de Schrödinger tal y como muy bien resumían los investigadores en el título de su estudio: “Dead and Alive”.
Los autores sugieren que lo importante no es el fondo de las afirmaciones, sino que las personal adeptas a las teorías de la conspiración asumen una estructura conspiranoica de creencias denominada “coherencia global”, capaz de funcionar como un todo dogmático que enmascara las contradicciones individuales, así cualquier nueva teoría conspiratoria (independientemente de su significado específico) puede incluirse sin verse afectada por la lógica intrínseca de la misma o por su concordancia o refutación con las previamente aceptadas, favoreciéndose por el contrario la aprobación de todas ellas en su conjunto y dejando abierta la puerta a otras nuevas sean estas cuales sean.
Por supuesto que este tipo de comportamientos tan chocantes y absurdos no es exclusivo de un pequeño número de personas marginales, adeptas a extrañas conspiraciones sino que en realidad es la base fundamental que ha permitido, entre otras muchas irracionalidades, la existencia y la pervivencia a lo largo del tiempo del fenómeno mágico-religioso en toda su extensión, a pesar de su patente incongruencia cuando se compara con la experiencia, la realidad más cotidiana y todos y cada uno de los avances científicos desvelados en los últimos siglos.
Para entender este tan particular fenómeno mental es bueno hacer un poco de historia. Allá por los años 50 del siglo pasado, el psicólogo social estadounidense Leon Festinger se encontró con una noticia en un periódico local en la que se decía que durante sus múltiples visitas, un alienígena (que era la nueva identidad del Jesucristo bíblico) del planeta Clarión había revelado a una ciudadana del estado de Utah un inminente cataclismo global que destruiría la Tierra. Pero como siempre queda la esperanza, algunos elegidos podrían salvarse antes del desastre al ser rescatados por naves provenientes de ese misterioso planeta. El investigador y su equipo decidieron entonces estudiar a la profetisa que había recibido la revelación y a los seguidores de este incipiente culto milenarista y analizar la reacción del grupo ante el más que evidente e inexorable incumplimiento de las apocalípticas a la vez que erróneas creencias. Los estudiosos razonaron que, cuando pasara el momento profetizado por el divino extraterrestre para el apocalipsis geológico que abriría la puerta a lo que la profetisa denominó “la época de la luz” no tuviera lugar, la secta se enfrentaría ante un terrible dilema: deberían cambiar profundamente y abandonar sus creencias o por el contrario la secta debería buscar nuevas estrategias para reafirmar sus dogmas revelados pero sin embargo incumplidos. Su hipótesis de trabajo fue que la fundadora y aquellos miembros más implicados en esta nueva religión no abandonarían sus creencias tras el estrepitoso fracaso, sino que por el contrario redoblarían sus esfuerzos de proselitismo sectario, mientras que los adeptos menos implicados abandonarían la congregación y buscarían nuevas alucinaciones inconclusas.
Para estudiar todo el proceso en detalle, los investigadores fueron capaces de infiltrarse en el grupo y así pudieron seguir desde dentro tanto la dinámica del mismo como las motivaciones y reacciones de cada miembro de la hermandad ufológico-cristiana en las diferentes fases de su desarrollo. Al final, aunque como era de esperar no hubo rescate cristiano-alienígena ni fin del mundo, la secta no desapareció sino que los creyentes más convencidos encontraron una justificación que les permitía continuar: el mundo había sido salvado para que ellos (los elegidos) diseminaran la buena nueva de “la época de la luz” al resto de la humanidad, época que por supuesto se adentraba ya en un indeterminado futuro. Como se puede observar, la coartada clásica que ya utilizó Saulo de Tarso y sus cofrades hace ya casi dos milenios, pero todo ello en vivo y en directo en la sociedad tecnológica del siglo XX. Este paradigmático estudio permitió formular el concepto de disonancia cognitiva, que postula que cuando los hechos entran en franca oposición con un determinado credo o cuando dos tipos de creencias son incompatibles y por tanto chocan entre sí dentro de la mente humana, el individuo afectado tiende a modificar su apreciación de la realidad o a buscar una justificación espuria (en la que en realidad no cree) pero que le permite reducir el nivel de contradicción (y por tanto de ansiedad) sin tener que abandonar el dogma al que se aferra de forma manifiestamente errónea.
Por supuesto, la teoría de la disonancia cognitiva es aplicable a cualquier conflicto cognoscitivo del cerebro humano: las justificaciones inventadas de los fumadores para poder seguir así con su nocivo hábito aunque saben que el tabaco produce cáncer , la defensa de la tortura en nombre de la salvaguardia de un supuesto valor superior, etc. Y como sabiamente se decía en la zarzuela de “La verbena de la Paloma” eso de que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad” hasta se han localizado las regiones del cerebro implicadas en la resolución de estos conflictos mentales: el córtex del cíngulo anterior y la corteza insular.
Estos estudios podrían abrir la puerta a poder analizar por tomografía por resonancia magnética el cerebro de cualquiera de los innumerables sacerdotes, ayatolas, rabinos, ulemas o mediadores de lo divino en sus más variadas modalidades, para poder observar in situ como las zonas brillantes de estas regiones cerebrales se salen de escala mientras estos líderes espirituales intentan batallar con las evidentes contradicciones intrínsecas de sus respectivas religiones en el fondo de sus cerebros. Además, este tipo de estudios podría establecer un ranking científico de cuáles son las creencias o las religiones más irracionales, aunque mucho me temo que por lo que sabemos de todas ellas, esta competición iba a estar tan igualada que muy probablemente iba a ser prácticamente imposible determinar un ganador.
P.D.
Este artículo es una actualización de algunas entradas publicadas por separado previamente en mi blog personal.
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